Si existe en la historia una mujer sinónimo de glamour, moda, extravagancia, buen gusto e innovación, esa es María Antonieta Josefa Juana de Habsburgo-Lorena.
Tal vez, su único pecado fue ser joven -muy joven-, bella e inteligente, posiblemente frívola, coqueta y libertina. Se ganó la antipatía del pueblo que la tachó de manirrota y despilfarradora, precisamente su pasión por la moda fue una de las causas del odio de los franceses hacia ella.
Su llegada a la corte avivó los celos de la nobleza versaillesca. Hasta entonces, la corte de Versalles se regía por una escrupulosa ley de formas de vestir para cada ocasión. El esplendor y la etiqueta de
Versalles no permitía a las grandes damas utilizar un vestido más de una vez, en acontecimientos y actos públicos.
La influencia de María Antonieta fue tal, que marcó el ritmo de la moda no sólo en Versalles, sino que se extendió entre todos los aristócratas de Francia y el al resto de las cortes europeas, tales como la corte de Londres, Venecia, Viena y Lisboa.